No soy de nadie.
Me hice el amor durante mi holocausto.
Pasé horas viéndome en el espejo pensando de
forma constante el por qué estoy viva, buscando un significado para no dar fin
a mi vida, me perdí en mí. Deje de pensar, note el color de mi piel y la
suavidad de esta, el cómo se sentía tocarme y mi propio calor. Una idea paso
por mi mente: "¿Alguien te ve como tú lo haces?", noté cada parte de
mi cuerpo, observe mi habitación con atención, me gusto ver los libros tirados
y la taza de té con una marca de labial café. Saboreé mi saliva después mordí
mis labios, me sonroje y una risa pícara salió de mí, me gusté.
Deseé poseerme, auto aclararme.
Nadie me tocará sin causarme dolor.
Nadie me verá con atención.
Nadie me entenderá.
Nadie mantendrá mi interés.
No amo, no odio a nadie.
Me invité una cena con una copa de vino
rosado, puse un suave jazz, me hice el amor al caer la noche. Ya extasiada tomé
una navaja corté a lo largo de ambos brazos. Me miré desnuda al espejo mientras
mi sangre caliente me recorría de acuerdo a la gravedad, mis extremidades se
helaron. Me vi tirada en el suelo, la música sonaba, un ángel negro, la muerte
me visitó.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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