Quién pudiera volver a la inocente
infancia, a ser el niño de una tierna
mirada y conquistar todo el presente
viviendo en una fantasía eterna.
Regresar por los besos en la frente,
por el duende que enfático gobierna
la entelequia de un mundo subyacente
donde brilla una mágica lucerna.
Y el anhelo se queda en el recuerdo
como queda grabada una mascota
en un gran corazón que marcha lerdo.
La dulce compañía, un alma rota
cuando marca un final en frío acuerdo
como es crecer y ver que el tiempo azota.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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