Sobre una vereda,
en la cima de la nostalgia
se encaminan los anhelos,
y el centro gravitacional
de las entrañas se derrite,
en trozo de palabras;
un erial de fúnebre desconsuelos
aguarda el retorno del cuerpo a la tierra,
y es la noche facsímil a labios
que mudos dicen un adiós fragoroso;
el rostro gélido intenta ser elocuente
pero sus músculos están rotos,
de tanto reír junto a la muerte;
el mar se traga sus palabras
y las ramas en protesta se desprenden
en lluvia de mustias hojas,
ya la noche no se viste de amor,
es su atavío: melancolía y escozor,
y el amor, tan breve,
hace que en la distancia la fe se quiebre.
El líquido febril que empana tus entrañas,
con vehemencia se interna hasta tu alma,
-lavas tus abscesos-... la inquietud en que te
bañas
te priva de nuevos soles vedándote el sosiego,
¿y has amado mucho?, no es pecado amar,
amar duele, lo sé, lacera la piel del corazón,
quien luego gime, porque sólo amor sabe
conceder
y no siempre será correspondido, eso turba a
la mente;
si lloras, está bien, Niña no te contengas por
ahora,
que sea el fluido de tus ojos fuente de paz,
que cada gota sea un brillo sobre tu rostro,
así tus alas se abrirán para que al reino del
amor llegue.
En actitud guerrera, arremetes
en tu mundo interior contra ángeles oscuros,
demonios que destrozan tu alma con
maledicencias,
amordazar a tu alma te propones,
¿acaso, permanecerás inmutada?,
no, no lo harás, tu espíritu prorrumpirá
y tus embates impactarás contra aquello
que te agobia, el recinto de espectros se
desplomará,
y paulatinamente emergerá la paz
en la planicie de tu alma buena,
así en tus insomnios bajo el manto de la noche
aceptarás los amores y también los desengaños,
vivirás más entre las flores en la luz del día
y esfumarás de tu reino los causales de tus
lesiones;
aunque antes, mujer, deberás vivir en duelo,
el lapso necesario hasta sanar tus
laceraciones,
morirás varias veces y resurgirás en nuevas
vidas,
porque muerte y resurrección son el camino a
la gloria,
has amado mucho y eso es al mismo tiempo tu
don:
embelesos para tu alma y heridas para tu
corazón.
Luego de las tempestades arribará el sosiego,
pero mientras en el trance, la zozobra es
nefasta,
si desde ya el trayecto es un desafío -aun
entre dos-,
es mucho más, en el abandono... tal como el
ciego
que hallándose próximo a la puerta no sale del
encierr o,
así del mismo modo, bajo la pesadumbre se
sucumbe,
más la fe, la esperanza y el amor, hacen
vibrar al centro,
el espíritu se exalta, y en amar más, mucho
más se empeña,
para merecer la dicha de trocar los
inevitables dolores,
transmutándolos de amargos a dulces, en el
interior,
así, el amor aunque duele, emerge una vez más
como nueva flor.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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