Quisiera ser
del vuelo la cometa,
al viento airada,
a un hilo anclada,
al socaire del tiempo.
Una saeta
veloz y apasionada,
surcar la estratosfera.
Quisiera ser
aliento enamorado,
febril caricia que no cesa.
Quisiera ser
la noche plateada,
a lomos de sus rayos,
que en su luces cabalgan,
un diamantino beso.
Quisiera ser
de la tierra el sustento,
el verde florecer,
un minúsculo brote,
de sus ojos, destellos.
Auroras que beber,
de amor sediento.
Un nuevo amanecer.
Quisiera ser
del valor su osadía,
templados nervios,
en las valientes fibras,
soportar el flagelo,
del vaivén de la vida.
La voz tranquila,
del pacer del estío.
Quisiera ser,
del verso estremecido,
el temblor de los dedos,
la suave rima,
de un feliz sonajero.
El aire límpido,
de la suave colina,
el tierno terciopelo,
de su piel ambarina.
Quisiera ser,
de los cuerpos el hueso,
que sostiene la vida,
en un firme esqueleto,
de savia y armonía.
Un torrente de sueños,
de aguas cristalinas.
Quiera ser,
un remanso de paz,
un torbellino,
un tifón, una brisa,
un caudaloso río,
un apacible lago,
donde calmar mis días,
las aspas de un molino.
Quisiera ser … en fin,
un sonoro suspiro,
de un pecho que palpita,
un mar embravecido.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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