Hoy vengo a relatar
lo más increíble que se pueda contar
un milagro divino, un premio al azar;
majestuoso, predilecto que hasta has de dudar.
No hay más bella creación
que la que aprecié ese día,
ha llegado a la perfección
¡más que la quinta sinfonía!
Tus oídos hipnotiza
con tan hermosa melodía,
una voz tan preciosa
que cuando escuchas hechiza.
Su exacta figura se quiso copiar
el gran Miguel Ángel fracasó al intentar
pues tal belleza no se puede igualar,
así fue como Donatello se rindió a la par.
Un rostro que irradia paz y tranquilidad,
ni Velázquez ni da Vinci han podido pintar,
tampoco Dalí la ha pintado en la inmortalidad
y su malogro ¡devasto! no es de ocultar.
Mis lágrimas caen por no poder estar
todos los días de tu mano enfrentando
tempestad
y te veo y no lo creo que pueda existir
tal perfección inmensa con quien he podido
coincidir.
Venusto mirar con el que me fascinaste,
venusto caminar con el que me interesaste,
venusto hablar con el que llamaste,
Venusto tú, amor mío, con el que me atrapaste.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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