martes, 15 de septiembre de 2020

ABRIDLE PASO A LOS CIELOS.

A ti, mi padre del alma,

te digo desde el silencio

que tu ausencia es disfrazada

por un velo de recuerdos,

que te fuiste una mañana

sin despedidas de duelo.

 

Nunca caído en arrojo,

mi padre yace sereno

sobre una cama de plomo,

sobre una almohada de hielo.

Mi padre gritó muy hondo

y su voz calló a los viento.

 

Luchaste contra la muerte

sabiendo que ibas desnudo,

luchaste con el coraje

del mejor quinto del mundo,

sin corazas ni atalajes

y de lanza, el orgullo.

 

Te adentraste en mil caminos

con forma de galerías.

Hollaste el más alto pico

del monte de la alegría

y venciste a los abismos

y a las sombras de la mina.

 

¡Cuánto ejemplo en tus acciones!

¡Más cuánta consagración!

Te llevas lo que los hombres

debieran mostrar a Dios,

entrega sin condiciones

y principios de Señor.

 

Te vas porque te has de ir,

porque el vigor no es eterno.

Nadie te ha visto morir

porque no mueren los buenos.

Suena un toque de clarín:

¡Abridle paso a los cielos!

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri.

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