De afán ahíto,
el campo de amapolas,
bordado de colores y de ritos,
templo de belleza presto y rico,
de rojos junto a ocres y amarillos.
La flor erguida,
de sangre verde alimentada,
se posarán los ojos como aves,
en los atardeceres mariposas,
para ver como bailan.
El verso entre las manos,
se ha quedado dormido,
una flor en maceta descubierto,
como un ignoto tiempo deseado.
Amor entre los dedos doloridos,
un penacho de notas se ha creado,
un florido cordón se ha revelado,
atando las notas y los versos.
La sangre acude presurosa,
al verso enamorado.
Un sin fin de locuras,
entrelazados corazones hechos,
de entre las voces simples,
de hermanadas razones sortilegios,
Luciérnagas ausente de derrotas,
en corazón envueltas con ternura.
La Luna observa el verso enamorada,
argentaria pasión que vive y mima,
a las enamoradas caracolas,
en cálidas sábanas de la aurora,
en los placeres de las carnes locas.
Daré mi corazón por alimento,
tendido sobre el manto de la pena,
que no existe castigo ni condena,
que al amor derrote con cadenas.
Daré sentidos versos,
a la faz desmembrada de la tierra.
Amor que se desplaza en el tormento,
como gaviota en busca de pitanza.
Una corriente tiembla entre los ecos,
de la vida corriente enamorada.
De afán ahíto,
se bañan las cascadas de los sueños,
cascabeles que bailan como gritos,
en los bellos recuerdos de la almohada.
Una pasión se va, pero otra viene,
llevando el corazón por alimento.
A los desarbolados corazones,
llegará el amor como sustento,
ungidos de placeres con los versos,
prendidos en afanosos dedos.
Daré mi corazón y en el momento,
en que el Sol y la Luna se declaren,
vaciaré el contenido de mis versos,
en otros corazones que se amen.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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