En un lugar,
donde la luz se duerme,
vuela la sombra,
que sobre ella se cierne.
Sutil volar,
de una vida que viene,
de un latido que siente.
Primavera de amores,
entre bailantes sombras,
amapolas durmientes,
bailarinas que flotan.
Una suave corriente,
se desliza silente,
entre las suaves rocas,
de las silentes mentes.
Adiós a la nostalgia,
sumergida en recuerdos,
que en el tiempo se pierden,
como ligeras notas,
de un instrumento inerte.
Morriña que se adhiere,
a la carne y el vientre,
como al mago la magia.
El inmenso Universo,
donde pace el misterio,
nacen astros y estrellas.
Inmensidad siniestra,
silencio atronador,
roto por recias tormentas.
Inhóspitos vacíos cósmicos,
donde el secreto es materia.
Etéreos sueños fugaces,
en el espacio infinito,
que vuelan como recuerdos,
en el vacío perdidos.
La aurora no da permiso,
para dar luz a la sombra.
Sombra y luz son dos amantes,
por el infinito unidos,
hablan en el mismo idioma.
Majestuosa en el éter,
despliega sus alas mágicas,
retando frío y corrientes,
viento, aguaceros y nieve.
Como cenitales focos,
sus ojos rajan el aire,
penetrando en lo más hondo,
del más espeso follaje.
La vida observa a la vida,
la mirada penetrante,
de unos ojos que iluminan,
como luces delirantes.
Hasta el infinito alcanza,
la vista en la que subyace,
igual que siembra recoge,
pionera entre días y noches.
Luces y sombras caminan,
junto a la vida que nace.
Mente mágica y ladina,
que a todo mira y conoce.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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