Y detrás de la tramoya,
laberínticos rincones,
donde medra la avaricia,
tramas y oscuros rumores.
Cadencia de las codicias,
enrejadas situaciones,
y una garganta que grita,
señalando los errores.
Camino de la aventura,
sigue el caminante el norte,
lleva en su alforja la vida,
en sus ojos los resortes.
El Sol sigue su andadura,
fiel reflejo en sus pupilas,
y un caminar sin premura,
paladeando sus andares.
La mar, extendida lámina,
sólido cristal de vida,
un espejo cristalino,
una madre que cautiva,
un airado torbellino,
que amamanta a la criatura.
Sangre de agua, carne viva,
un gigantesco latido.
Placer que el instinto acucia,
instinto que se desata,
placentero amanecer,
entre pálpitos que hablan.
Escondido entre la bruma,
el instinto se soslaya,
al acecho cual felino,
agazapado en la nada.
Apoyado sobre el tiempo,
vive el soñador sin habla,
elucubrando emociones,
enamorado en su magia.
Entre vapores nostálgicos,
pasado que le arrebata
y un presente sin fisuras,
emocionando su alma.
Senderos cruzan los sueños,
caminos de la esperanza,
netas notas que se agolpan,
cúmulo de encrucijadas,
atajos entre las sombras,
de una verdad que se agacha.
Va despertando el sentido,
de la modorra temprana.
Entre bastidores quedan,
enredaderas de sueños,
rancias imágenes viejas,
entrelazadas cordadas,
diapasón de realidades,
nostalgias y nuevas almas.
La voz en off recitando,
la conciencia de quien habla.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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