martes, 6 de octubre de 2020

NO SABE EL VERSO.

En un soplo de silencio,

mágica voz que le impele,

en cada fugaz momento,

empuje de amaneceres.

Latir de leves alientos,

en un corazón que hierve.

En un suspiro de tiempo,

todo renace y fenece.

 

El verso cruzó la atmósfera,

bebió la esencia del éter

y enamoró a la conciencia,

sometida a los vaivenes.

La nota de su relato,

sonó sin pausa en la cítara,

dando sentido a la esencia,

de su respetable pacto.

 

No sabe el verso que ama,

ni sabe dónde se posa,

ni sabe que mente ocupa,

no sabe si anda o reposa,

ni si es más sabio quien versa,

ni si es tarde o es mañana.

Su voz es suave o airada,

depende a quien interpela.

 

En un soplo de silencio,

creció exuberante el verso,

impelido por las fibras,

de sus alterados sueños.

Brotó vivo entre recuerdos,

en la realidad inmerso,

desnudo ante la criatura,

que le acuciaba por dentro.

 

Verso que en verso deambulas,

libre buscando al sujeto,

que de sentido a la rima,

que libre salta sin dueño.

Verso que al amor cautivas,

con el sabor de tu aliento,

pletórico de añoranzas,

más de realidades lleno.

 

No sabe el amor que mima,

ni sabe el verso que rima,

con el dolor y el deseo.

No sabe el verso que es verso,

hasta hallar un fértil dueño.

De dolor si sabe el verso,

como de sanar su anhelo.

El verso no tiene dueño.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

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