Roja rosa, blanca Luna,
luz acerada y rotunda,
viejos sueños que caducan,
lamentos desde ultratumba,
viejos deseos, nuevas dudas.
Laberintos sin salida,
irresolubles enigmas,
esperanzas que se acuñan.
El crisol donde se funden,
anhelos y sacrificios,
el fogón donde se fraguan,
los derechos y principios.
Prende la mecha del tiempo,
en el vientre donde nacen,
corazones y latidos,
amor, sollozos y gritos.
Lenta camina la duda
o galopa en desmesura,
tiempos que nunca maduran,
sabor agridulce o rancio,
la boca seca y al pairo,
la vacilante hermosura.
Calor que vive en el pecho,
donde los latidos dudan.
Correr sin pausa adelante,
frente esbelta, vista al frente,
sentir que vive y que late,
la vida entre las costuras,
las del efímero traje,
que ajado vive latente,
soñando amor y aventuras,
en su peregrino viaje.
Pasión amando y coraje,
soslayando desventuras,
que abordan al caminante.
Cruzar sin miedo los puentes,
saltar las trampas ocultas,
que tachonan el paisaje.
Sentir que vuelan las dudas,
del ingrávido equipaje.
Recuerdos en el arcón,
preñado de viejos viajes,
semblanzas del corazón,
amores, vida y parajes,
reliquias sin parangón,
que viven en los herrajes,
hermosos tiempos de amor
y de recargados trajes.
Roja rosa, blanca Luna,
la esquiva diosa fortuna,
que pasando de puntillas,
hace más ameno el viaje.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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