Hojas en blanco,
de inquisitiva ausencia,
retadora mirada,
que exige la presencia,
huecas están sin letras,
como vacías ánforas,
del manantial sin agua,
que la humedad espera.
Del corazón el aire,
donde se oculta el aura,
solitaria en la estepa,
llena de encrucijadas,
en guerra sus entrañas,
que dudan y que aciertan,
hoja en blanco sin nombre,
que se vacía y se llena.
Se desnuda y se viste,
la esperanza que medra,
entre triste y contenta,
de transitar la senda.
En ciernes la sospecha,
en blanco la mirada,
de la esperada senda,
a lo lejos plasmada.
Como aves migratorias,
emprenden las palabras,
un camino entre notas,
marcando las distancias,
un devenir de sueños,
que abrumados se agostan,
perdidos en la nada,
del vacío de las hojas.
El corazón se ha vuelto,
del revés, como el alma,
que de su ser se pierde,
cual volátil mirada.
Una sombra se cierne,
sobre la blanca hoja,
del libro de la calma,
de su esperado encuentro.
Soneto tras soneto,
amar amando el verso,
ha llenado la página,
con personal acento,
se ha cubierto su cuerpo,
de palabras de magia,
bailando como elfos,
alegres y enigmáticos,
rimando al mismo tiempo.
Como queda la hoja,
que al vaivén de los vientos,
se balancea sin habla,
así vaga el recuerdo,
que quisiera plasmarse,
en la furtiva página.
Huye el tiempo que fluye,
de la mente inspirada.
Amar sin subterfugios,
de la mirada clara,
que los ojos destapan,
llenando los vacíos,
de amores que se marchan.
Un destello elegante,
inmerso en el refugio,
de la sombra adorada.
En blanco están las hojas,
para poder llenarlas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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