Nacen pasos de gigante,
emergen sueños pequeños,
grandes pesadillas son,
las fieras que lleva dentro.
No se convierte en amor,
un prolongado desprecio.
La verdad es un diapasón,
rítmicamente latente,
al unísono existiendo.
Amor que fluye en silencio,
magnetismo que te atrapa,
Al vaivén de los zarpazos,
la vida cruza los dedos,
la moneda surca el aire,
desafiando la gravedad,
y en una hipérbole mágica,
cambia el rumbo,
marca el tiempo,
la visión de la verdad.
Colgadas están del hilo,
majestuosa letanía,
balanceándose en el tiempo,
gráciles y bellas vidas,
remembranzas que se olvidan,
como luciérnagas frías,
destellantes y perdidas.
Inestables criaturas,
balbucientes melodías.
Melódicas son las noches,
bellas flor que se adivina,
la flor nocturna se eleva,
entre las sombras palpita,
la suavidad de sus pétalos,
carne apasionada y vida,
rompiendo el tiempo se agita,
vibrando al calor se aviva.
Las lágrimas se posan en la arena,
líquida esencia de quien siente,
una palabra en el silencio llega,
enjugando las lágrimas de siempre.
La vida se ha quedado entre tinieblas,
en un amanecer entre serpientes,
y van quedando las palabras hueras,
al sentir el amor vivo y latente.
La simple realidad se ha vuelto inmensa,
en un atardecer de fuego efervescente.
A bocados la vida te amamanta,
esencia de las mieles y las bocas,
abiertas como puentes, pura roca,
de sedas y algodones que te adornan.
Al sol tendidas las luces y las sombras,
cautivas entre el miedo y los temores.
La voz entre las fauces se prodiga,
evocando de la vida sus canciones.
A dentelladas naciendo de su vientre,
su pertinaz búsqueda se aviva.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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