Luna vieja, nueva luna,
plata sagrada que abruma,
pintada y soñada es,
criatura que se acuna,
amor que en su seno alumbra,
pasión bajo su mirada,
en una noche aceituna,
reflejos de pura nácar.
Se diluyen las promesas,
aire inútil que se esfuma,
pálpitos que se declaman,
simples palabras efímeras,
que vuelan como pavesas.
La fina línea se apura,
saltando al submundo priva,
en airadas controversias.
La bella aurora se espesa,
nubes de encendido néctar,
alboradas de caricias,
entre sábanas de estrellas.
La luna vieja se duerme,
brilla ardiente luna nueva,
un interruptor silente,
sortilegio que refleja.
Amor sin voz en la cara,
que se oculta tras la luna,
bailando entre sus reflejos,
luna nueva, vieja luna.
Sabor a plata bruñida,
líquidas voces que riman,
en la desbordada sombra,
sabia y cálida, ambarina.
Beso que nace sin prisa,
crece el ritmo en su partida,
latidos que se aceleran,
como palpita la luna,
mirando al ser se embelesa,
roza el rayo plateado,
el nacarado legado,
deja en el vientre la luna.
El sol se asoma a la luna,
para pedirle permiso,
fuego eterno brilla nítido,
de la mano van unidos.
Llama el amor a la puerta,
luna vieja, nueva cuna,
cuajado de albores vívidos,
se aleja la vieja luna.
El cariño se apodera,
de la luz, retando al sol,
y la luna nueva y fresca,
acompaña al resplandor.
El amor así se acuna,
nuevo sol y vieja luna.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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