Vive la soledad entre las notas,
de una entonación que calla y vibra,
como las olas solas de la vida,
al albur del compás, vieja pianola.
Batir multicolor de alas y banderas,
como bandadas gritando de gaviotas,
tántricos signos que retan y esclavizan,
nebulosas visiones que marean.
Es tanta la ignorancia, que se queda,
prendida de la mente y de la vida,
como un amanecer que no termina,
un interminable ruido que no rima.
Se escapa la ilusión por las orillas,
donde se agolpan los residuos y los lodos,
se van quedando en el fondo solos,
entre los fondos traidores que no brillan,
pozos, donde se gestan las envidias.
Sueña la soledad, que está dormida,
que al despertar recogerá los frutos,
que va apilando en pedazos la vida,
en los huecos que quedan como heridas.
La flor, nunca está sola, sola brilla,
más sol y agua, en soledad la miman.
Más sola está la vida entre las vidas,
cuando es la soledad mal entendida.
Que sabe el ruiseñor de compañías,
inmerso en su trinar que le cautiva,
no hay multitud que al verso sobreviva,
ni hay verso que en la soledad no exista.
Miles de granos de arena se resignan,
miles de aves sin parar emigran,
mira el lucero en soledad a quien mira,
y en soledad se despierta quien suspira.
Amor de corazón que en soledad germina,
que palpita al ritmo de su arritmia,
solitario el halcón que al viento mira,
los ojos llenos de ancestral sabiduría.
Se van quedando en soledad las vidas,
solas están en su tornar sin prisa,
al origen ancestral que las anima.
Cuanta fuerza en soledad germina.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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