No valen verjas ni vallas,
ni murallas o alambradas,
de nada sirven fronteras,
de poco sirven mordazas,
que a la palabra detengan,
la voz se extiende sin pausa,
en libertad y sin descanso.
El sonido viaja rápido,
y te persigue y te alcanza.
Resuenan sonoros gritos,
que la justicia reclaman,
y sonoros los quejidos,
de la hambruna que atenaza.
Voces quedas o alaridos,
que la pitanza reclaman.
Llenas se olvidan las panzas,
de quienes viven la holganza.
El miedo asoma entre brumas,
mientras el amor se escapa,
y una corriente se suma,
de mentes descontroladas.
Las voces quedaron solas,
entre los gritos ahogadas,
y se eclipsaron los rostros,
por el color de las caras.
Rompe el silencio el volcán,
que eructa ceniza y lava,
el volcán de las palabras,
que en las bocas se subliman,
transformándose en verdad.
Se hace añicos la codicia,
y termina la avaricia,
diluyéndose sin más.
Profundas son las palabras,
que invaden el universo,
cuando del respeto nacen,
cuando es su fin el derecho,
derecho de cualquier ser,
extraordinario y diverso.
Variedad en el color,
en su forma y en su aspecto.
Secretos tiene el amor,
que al distinto ve sin miedo,
y acrecienta su valor,
con el respeto de serlo,
no distingue el corazón,
de colores ni de aspecto,
es ciego para el amor,
solo atiende al sentimiento.
De nada sirven fronteras,
ni alambradas ni altos setos,
la libertad no conoce,
ni imposiciones ni vetos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
No hay comentarios:
Publicar un comentario