Baila el viento entre las hojas,
sueña el suspiro que es beso,
danza el latido en el pecho,
y la vida hace piruetas,
en las rimas y las prosas.
Baila el nervio en el amor,
en el dolor danza el miedo,
y son más bellas la rosas,
si es el rocío quien las besa.
Momentos que recordar,
instantes puros y auténticos,
prematuros son los besos,
que se dieron al azar.
Impregnadas del aliento,
frescas voces se perdieron,
del aliento que rebosa,
de recónditos deseos.
Cansada está la nostalgia,
de ser muleta del tiempo,
de llenar vacíos huecos,
de dar al sueño prestancia.
Baila el deseo entre los sueños,
danza el son entre las notas,
y las flores se deshojan,
cuando llega su momento.
Pace en paz el pensamiento,
hace cabriolas el verso,
y se bañan en su acento,
en los labios que le entonan.
Sabor agridulce y sabio,
que sabe de aquellos tiempos,
donde la vida era laxa,
donde la prisa era un cuento.
Terruños quieren las manos,
carne de fibras y huesos,
y otras manos que se unan,
para entonar el encuentro,
vidas y sueños bailando,
en un variado concierto,
y miradas que se cruzan,
danzando en el mismo verso.
Sueña el amor con el cuerpo,
y despierta en la pasión,
arrebatando el deseo.
Tornan latidos a besos,
que bailan como posesos,
y se desnudan las almas,
más allá del esqueleto,
el verso llega más lejos.
Que no se silencie el aire,
ante los ojos inciertos,
y no se rindan las rosas,
en su tez de terciopelo.
Que libres suenen la notas,
que brotan al mismo tiempo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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