jueves, 21 de enero de 2021

LATENTE CORAZÓN.

Desde el latente corazón,

sabe el latido,

del sentido y la pena,

late según el son del sentimiento,

del importante matiz de su latencia.

Y es su latir,

una melódica o alocada canción,

que sobresalta o serena.

 

Turgente corazón,

que se desboca o frena,

en el pecho sus golpes,

ensancha la emoción,

y es tanta la pasión cuando golpea,

que infla las venas,

en su ímpetu arrollador,

y sale al exterior cuando el amor llega.

 

Corazón, que latiendo se condena,

al impulso irrefrenable de la vida,

late apaciblemente,

o se sale del pecho en su carrera.

Es tanta la emoción, cuando se altera,

que hasta nace el sudor,

la lágrima se licua y se desvela,

a las mejillas, llega la pasión.

 

Corazón de algodón o de madera,

grosero o sutil, libra o condena,

son sus latidos como sentencias,

o voces que anuncian el perdón,

de tal manera,

que es juez o sanador,

que alivia o impertérrito desprecia,

sabe también, de hambres y miserias.

 

Ardiente corazón, que ríe y llora,

acompasados gritos cuando afloran,

armónicos latidos que perdonan.

Sabe de fantasías el corazón,

que sin saberlo se enamora,

y es tan voluble su canción,

que, a veces, quiere reírse y llora,

pero enseguida, se aprende la canción.

 

Latente corazón, que en su mazmorra,

va de la realidad a la ficción,

a veces, se amodorra,

más, casi siempre, se abre al exterior,

y es el amor que se acomoda,

a cada latido, de su febril canción.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

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