Nace y crece,
como el viento en vendaval.
Nace y crece,
y liba de la experiencia,
entre sueño y realidad.
En verde torna a amarillo,
y de amarillo a marrón,
aferrado al corazón,
vive el ser, como un anillo,
en su dedo acomodado.
Torna en verdad la razón,
el valor en sacrificio,
magenta vira a morado,
y del mate, cambia al brillo.
Vacío que ama a la nada,
como el son al estribillo,
desea ser mayor el niño,
y el viejo añorando al niño,
se olvida de ser mayor.
El diapasón ama al ritmo,
ama la ignorancia al necio,
y amando la luz al cielo,
da a la sombra su sentido.
Así, palpita la vida,
en un devenir constante,
un eterno renacer,
ante la muerte, ignorante,
y en el constante nacer,
de la vida entre tinieblas,
sueña la vida con ser,
eterna en su duermevela,
en su juventud, perpetua.
La razón busca a la duda,
y la duda a la razón,
y en este juego de rol,
la verdad triunfa sin duda.
Persigue cada latido,
al que queda por venir,
y decae o se precipita,
en su latido febril,
no sabe el latir que es vida.
Nace y crece,
el amor en su aventura,
pero, decrece y se muda,
si no es fuerte su latir.
El amor es el vivir,
con la mente y con las tripas,
como unidas hasta el fin,
nacen, la muerte y la vida,
como el amar y el sufrir.
No por tener que morir,
hay que despreciar la vida,
no es la vida un suvenir,
ni del destino, un capricho,
es fruto de un existir,
de una conjunción de ritmos,
una sintonía precisa,
la perfecta melodía,
el suspiro de un latido.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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