lunes, 8 de febrero de 2021

QUE LA TIERRA ES DE TODOS.

Quede entre las sombras la codicia,

que el odio sumergido en la inmundicia,

no salga a flote, ni la estulticia subsista.

Quédese en el abismo la agonía,

y que el dolor sea tan leve que no exista.

Que se quede sin fuerzas la avaricia,

olvidada en el arcón de las desdichas,

y que no sea la norma la mentira.

 

Fabricando nostalgias vive el necio,

en las mediocridades consentidas,

y nadan en mediocridades motivadas,

quienes en su error se refocilan.

Que no quede la noche sin auroras,

ni los ojos que en su interior se miran.

Que permanezcan impávidos los besos,

que se dieron con sinceridad prístina.

 

Que se quedaron colgados de los sueños,

en las vidas las verdades reprimidas,

y en el dulce sopor que da la calma,

se quedó ensimismada la ironía.

El desprecio quédese amodorrado,

con el ósculo sincero que le asfixia.

Ya se quedan las sombras sin los días,

y la muerte se aleja arrepentida.

 

El tiempo se ha cobrado ya su precio,

la mar rescata al fin lo que le quitan,

que no se desmoronen lo valores,

el respeto y la conciencia en su medida.

Que vuelvan los principios fenecidos,

que no sean los temores los que priman,

y que no sean de cartón esos amores,

que sean de corazón y carne viva.

 

Que no se den al traste las promesas,

que se cumplan sin dudarlo sus premisas,

y en el vértice de vida que aún nos queda,

se concentren el amor y la alegría.

Que se derrumben todas las barreras,

que se diluyan los muros y fronteras,

que el odio y el rencor no nos opriman.

 

Que sea el amanecer un nuevo sueño,

que se haga realidad cuando se viva,

y que amando lo que tienen quienes tengan,

den parte a los necesitados, de su hacienda.

Que tiene más valor quien siendo pobre,

de lo que tiene, a quien le falta entrega.

Es más completo quien pensando sienta,

que es de todos la Tierra, no solo nuestra.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

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