La soledad viene a verme,
con sus ajados ropajes,
en su profunda mirada,
infinitas soledades,
contradictorias diatribas,
pacíficas reflexiones,
sabe de amores y viajes,
cargada de fantasías,
en su pesado equipaje.
La soledad viene a verme,
recordando y recordarme,
de melodías impregnada,
en su complejo andamiaje,
con el tiempo sintoniza,
vieja llena de coraje,
que amilana o dulcifica,
que se viste y se desnuda,
con los sueños que le placen.
La soledad me acompaña,
en el laborioso viaje,
que me conduce al mañana,
y da sentido a las tardes,
se recrea entre las sábanas,
en la ensoñadora noche.
Va caminado conmigo,
con palabras de reproche,
o alentadoras palabras.
La soledad viene y va,
como en un juego se esconde,
y se asoma sibilina,
con el ruido de los goznes,
de las cerradas ventanas,
en las pesadas cortinas,
y en los oscuros rincones.
La soledad se va y viene,
como brisa o vendaval.
Va y viene la soledad,
presa en antiguas imágenes,
preñada de sensaciones,
de sentimiento va y viene,
no desperdicia el raudal,
de antiguas vidas y amores,
en la mente se desplaza,
en las neuronas se entrena,
en cada aliento, va y viene.
La soledad me visita,
sin avisar y sin cita,
de mis cuitas se apodera,
para pensar por sí misma,
el corazón parasita,
y a veces, como una amiga,
hasta te hace llorar.
Qué sabia la soledad,
que en lo más oscuro, brilla.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
No hay comentarios:
Publicar un comentario