La borrasca se aproxima,
de lágrimas bien cargada,
dentro de sí la violencia,
de notas desafinadas.
Ruge como la tormenta,
eléctricamente airada,
y va descargando piedras,
de proporciones inmensas.
La borrasca se aproxima,
lleva en su voz agrietada,
de su gritar la amenaza,
y va desgranando furias,
manotazos que desguazan,
ecos de las felonías,
de la agresión que la enturbia,
de la consciente ignorancia.
Sé que los tonos son tristes,
que ni alivian ni consuelan,
que no sofocan ni animan,
que no aplauden ni dan pausa,
más de nosotros depende,
que sea menor la condena,
que se despejen las mentes,
y que tomemos conciencia.
La borrasca se aproxima,
pero podemos vencerla,
con el respeto a la Tierra,
que nuestra vida sustenta.
De nada sirve la inquina,
la rabia nada solventa,
más que salvar aniquila,
no frena la ira la afrenta.
Amor las entrañas gritan,
verdad chillan las cabezas,
las razones se despiertan,
de pieles falsas cubiertas.
Las voces claman justicia,
las voces que aman y piensan,
y ya se ensanchan los pechos,
contraídos en las gargantas.
La borrasca se aproxima,
de inusitada violencia,
y no frenan los acosos,
a la verdadera ciencia.
Circula airada la sangre,
mientras el amor se entrega,
la hambruna sin pausa sigue,
eternamente desierta.
Que no se rinda el humano,
que no destroce la Tierra,
que no se convierta en barro,
de la carne sus esencias.
Que el amor sea el escenario,
la verdad quien interpreta,
y en el tiempo y en los años,
quede la razón impresa.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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