Si se detiene el beso,
se queda sin aliento,
la entristecida boca,
el aire ya no baila,
en el labio de aurora,
se quedarán llorando,
las rojas amapolas,
y el viento será oscuro,
dando voz a la sombra.
Se quedarán sin Luna,
las noches de los sueños,
cantarán las cigarras,
en áridos recuerdos,
y el corazón sin mácula,
olvidará el secreto,
de aquel amor de ensueño,
que escapó de su encierro.
Volverán las nostalgias,
abrumando entre velos,
ladinas y acrobáticas,
llenando los espacios,
que se quedaron hueros.
Las duermevelas mágicas,
recordarán el tiempo,
de la alegría plácida.
Si se detiene el noble,
se quedan la verdades,
en el aire sin dueños,
las razones vagando,
cual vagabundos ciegos,
y sembrarán las almas,
cizaña en vez de anhelos,
la lluvia será ácida.
Al borde del abismo,
nacerán nuevos tallos,
brotes nuevos sinceros,
amores en racimos,
de valores de acero.
El día será lúcido,
de libertad sin miedo,
y cantarán sin pausa,
coloridos jilgueros.
Amor como el diamante,
de esponjoso cerebro,
de corazón de pálpitos,
que late sin recelos,
y en las noches calladas,
donde se acuna el tiempo,
susurrarán las sábanas,
palabras de consuelo.
Si se detiene el tiempo,
un amor ha nacido,
como un brote de enebro,
y una luz estentórea,
reclamará su acento,
serán versos los gritos,
el amor será eterno.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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