miércoles, 10 de febrero de 2021

NO SE DOBLEGUE EL POETA.

Un corazón que no late,

una sonrisa de hielo,

un pensamiento que yace,

una mirada de acero,

los ojos entrecerrados,

como rendijas, sin brillo,

y un cerebro como ido,

labios, como un fino hilo.

 

Cuando el corazón se ensancha,

nace el sentimiento auténtico,

aunque sea la realidad,

poco menos que un infierno.

El necio a sus anchas campa,

ausente de lo que pasa,

y ante nada se detiene,

si tiene llena la panza.

 

Mira a su ombligo el cobarde,

el estulto mira al suelo,

mientras miran de soslayo,

el necio y el embustero,

se creen sobrados de ciencia,

de poder van presumiendo,

pero su rostro rebela,

el vacío que va por dentro.

 

Amantes quiere el poeta,

amores que lleguen lejos,

que no se enrarezca el aire,

que no se pudra el aliento,

que la mirada sea grande,

que mire al fondo de todo,

que sea libre el pensamiento,

no amarrado a otros deseos.

 

Bruñir de esencias las notas,

de su atrevido talento,

que el corazón lata fuerte,

que la sonrisa sea un gesto,

que alivie el dolor ajeno,

con los ojos bien abiertos,

y que no miren tan solo,

que vean más allá del tiempo.

 

Cascabeles en los labios,

bellos sonidos sinceros,

que emitan palabras sabias,

que suenen como sonetos,

que surja la carcajada,

si va la risa a su encuentro,

y nazca en el corazón,

el amor que abarque todo.

 

El fin no se justifica,

con el sacrificio de otros,

y tan solo la nobleza,

mejora al sabio y al tonto.

Que el vértigo no se aferre,

ni a la vida ni a los órganos,

y no se rindan los buenos,

ante el verdugo y el bobo.

 

Amor quieren las entrañas,

el corazón y los ojos,

y que se infiltre en las venas,

como en su caverna el topo,

no se doblegue el poeta,

ni al poder ni al poderoso.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

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