Volverán las aves migratorias,
a llenar con sus trinos los espacios,
alegres melodías en sus cantos,
de colores pintando las memorias,
y son sus aleteos mariposas,
que aplauden a la vida generosas,
pintorescas criaturas que despiertan,
los sentidos dormidos en la niebla,
diminutos corazones que palpitan,
con los ritmos ancestrales de la vida.
No termina la senda, no se acaba,
no se detiene el mar y no se para,
el ímpetu que impulsa a la cascada,
no fenece la vida, se transforma,
y devorando el fuego, quedan brasas,
cenizas y rescoldos que recuerdan.
Ya se vistieron las noches de ternura,
recuerdos son efímeras locuras,
de caras de temores asomadas,
se visten ya de gala las violetas,
pintando de colores la llegada.
No cabe el corazón en las cunetas,
no cabe en las entrañas ni un lucero,
volver sobre los pasos ya grabados,
enseña los errores y los retos,
para surcar las venideras sendas.
Volverán en el alba y las auroras,
las coloridas y brillantes primaveras,
una minúscula brizna siempre vuela,
al son de la canción que el aire toca,
al ritmo de la inmensa y bella tierra.
Como una enrome feria se alborota,
bulle como el volcán, que también llora,
lágrimas de fuego que derrocha,
arrasando lo que toca y lo que abarca.
Una lengua voraz lame la vida,
una serpiente, a su poder se enrosca,
y una procesión de vanidades,
desfilan por la sangre y por las costras.
Ya llegan, ya se acercan, ya retornan,
las luces matutinas de las sombras.
El cerco de la vida se ha cerrado,
atadas a las carnes recias cinchas,
se rompió la verdad, se ha encadenado,
al libre pensamiento que volvía.
Un coro de leyendas se aglutinan,
dando a la feria, la alegre algarabía,
de reflejos de luces y de espejos,
que reflejan lo deforme que transpira.
El eco de los dioses se ha perdido,
sumido en lo profundo de la sima.
Un nuevo corazón se ha reencarnado,
surgido de los vientos y las brisas,
en un atardecer de azufre y fuego,
nacido de la muerte y de la vida.
Nacerán nuevas carnes revestidas,
de las brasas que quedaron en la orilla,
en la orilla de los tiempos ya pasados.
Amanecer de primaveras, siempre vivas,
las rosas del jardín de las delicias.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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