jueves, 18 de febrero de 2021

QUE TORNE A OLOR A TIERRA.

Se fue oxidando el aire,

ajadas las miserias,

de hollín las mentes llenas,

de herrumbre están cubiertas.

Soeces son las formas,

las voces no veraces,

se extienden, se confunden,

con la verdad auténtica,

y un carrusel de odios,

como la peste, medra.

 

Sigue sonando el grito,

malditas alambradas,

que a la tierra cercenan,

ya se oye el lamento,

allende las fronteras,

y en el cielo plomizo,

se destaca una estrella,

luz en el infinito,

que ni alcanza ni llega,

y al levantar las manos,

en el éter se aleja.

 

De tiempo encrucijadas,

de acero las pisadas,

de cimitarra el filo,

en el que andan y penan,

unos ojos de vidrio,

una mirada pétrea,

y la vacía morada,

donde ni el aire entra.

Vallas como cuchillos,

que en las carnes penetran.

 

Cuando se aclare el día,

se despejen las nieblas,

y el velo de los ojos,

se caiga por vergüenza,

volverán a coserse,

las vergonzosas grietas,

las sombras serán luces,

será fiel la promesa,

no habrá color de piel,

que sirva de frontera.

 

Se fue aclarando el día,

la verdad será dueña,

de alimento serán,

las palabras sinceras,

se irá yendo la bruma,

que a la visión encierra,

y se abrirán las mentes,

que el odio salga fuera.

Serán blancas las nubes,

de amor las vestimentas,

y volverán los cánticos,

dando al oído belleza.

 

A azufre huele el aire,

que torne a olor a tierra.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

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