jueves, 4 de marzo de 2021

AMANDO SE DESBORDA.


 

Hay quien se va,

sin apenas ruido,

como quien en un suspiro,

deja solo la ausencia,

la mágica presencia,

que despacio se aleja,

una leve guedeja,

que en la brisa navega.

Hay quien se va,

sin proferir queja alguna,

como la efímera espuma.

 

Ya se está pergeñando,

se vislumbra a lo lejos,

la ráfaga de luz, cautiva,

asoma levemente con recelo,

y su luz es tan tímida,

cual voluta minúscula,

la diminuta brizna,

que va dejando el humo,

una señal perdida,

en el ancho desierto,

en la inmensa llanura.

 

Porciones de memoria,

entre finas ranuras,

se deslizan sin prisa,

como someras culpas,

retazos inconexos,

que giran en la vida.

Es la amalgama eterna,

de pasadas locuras,

que acuden al presente,

como una antigua herida,

en un arcano tiempo.

 

Hay quien se va deprisa,

del sueño arrebatado,

desprendido del hábitat,

donde anida su hado.

Una garra sinuosa,

mordió mentes y cuerpos,

y devoró la carne,

doblegó el pensamiento.

Hay quien se va deprisa,

quienes se van despacio,

repletos van sus fardos.

 

La encrucijada llega,

el autor se ha agotado,

de escribir sobre el lienzo,

de plasmar su pasado,

se va alejando el hueso,

de la vida que flota,

y levitando acaba,

perdiéndose la sombra.

Hay quien vive despacio,

y hay quien deprisa mora,

quien al tiempo derrota.

 

Amor entre las notas,

de un futuro que llega,

cargado de misterios,

ahíto de encerronas,

proclives a la vida,

se aferran a su sombra,

para que no se pierdan,

las carnes que lo forman,

y un cántico se oye,

como un chirrido llora,

amando se desborda.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

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