Hecho a las carnes y los huesos,
de las brasas el ardiente fuego,
humo y pavesas al capricho,
del aliento del viento que suspira,
ora adormecido, ora despierto.
El traje se hace amante y le cautiva,
a la desnudez sin dudas revistiendo,
cuando la sombra, al cuerpo unida,
viaja contigo sin pagar ningún precio.
Se va quedando sola en la partida,
si el verbo es más verdad que mera mofa,
no viaja de polizón la vil mentira,
si el olor del amor es más intenso,
si queda la materia desprendida,
oculta en un cajón, sutil encierro.
El tiempo ya ha ganado la partida,
pues ya desnuda el cuerpo sin demora.
Sembrando va camino del destino,
si el destino está marcado, o no es cierto,
pues se hace en cada paso un nuevo verso,
y en cada caminar nuevos anhelos,
cada pisada, va jalonando el cerro,
donde al final reposan, los ateridos huesos.
La vida va dejando su reguero,
nuevas cosechas, en cada nuevo huerto.
Hecha a la esencia, la sangre se despeña,
con los amores danza con tal denuedo,
que abrasa las entrañas y aviva el fuego,
de su fluir ardiente, de su bailar sin miedo,
pero la frena el tiempo tenaz y justiciero.
Hecha de Luna, entre los sueños sueña,
con ser un riachuelo, travieso y fiero,
y versos no escatima, en su fugaz momento.
Se va quedando sola, como un velero,
en el inmenso mar, al albur de los vientos,
al tiempo sometida, presa de sus deseos,
la vida se desliza, como un áspid en celo,
amante de la brisa o de huracanes ciegos,
sigue el ritmo la sombra, unida al cuerpo,
impertérrita amante, sumisa al movimiento,
se va quedando sola, la vida con el tiempo.
Senderos sin trincheras, diáfanas praderas,
amores sin dobleces, sin rincones ni huecos,
amistades sin lucro, amor a ningún precio.
La sombra se desliza, sin ruidos ni bostezos,
y es más larga la sombra, si la luz viaja
lejos,
cenitales las luces, que alumbran el cerebro,
entre las grises brumas, atento mira el
tiempo,
se va quedando sola, la vida entre sus miedos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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