jueves, 4 de marzo de 2021

SILENCIO QUE RIMA.

El silencio sin miedo se desliza,

y arrebata el vacío en el que anida,

sin el aire que mece tiernas ramas,

sin la mueca que libra las sonrisas.

Finas fibras que construyen sueños,

castillos en la arena de las risas,

perfectas sintonías o malas hierbas,

regadas con la fe de lo perfecto.

 

El tiempo de las risas se constriñe,

se retuerce y sin forma ya se ciñe,

al vaivén de las olas y del verbo.

La pasión se desata entre costuras,

cosidas al albur de la aventura,

de vivir en cada instante con premura,

no sabe la canción que siempre vive,

en el fondo crucial de quienes riman.

 

Se va ocultando el sol en lontananza,

de secretos sabe más que de miradas,

da más luz en los ojos la esperanza,

que mil soles alumbrando la mañana.

El Sol se va escondiendo pero habla,

susurra entre los huecos de las almas,

con voces que recuerdan otros tiempos,

amanecidas nuevas y tempranas.

 

El verso se ha colado entre los huesos,

lubricando fantasías y secretos,

y las carnes profanas se desnudan,

ante el ritmo brutal que impele el tiempo,

el verso se libera y se inocula,

en la vida esencial que vive oculta.

El inmenso tragaluz se ha descubierto,

pero no se puede ver entre las brumas.

 

Las notas son pedazos de los cuerpos,

que deambulan al ritmo de las rimas,

aplacando la sed que arde por dentro,

se enredan melodías en las arrugas,

que el tiempo inapelable va tejiendo,

el cuenco de las manos se vacía,

y no sabe el amor si es sinfonía,

o ruidos malsonantes, o son versos.

 

Amor entre las risas que suspiran,

el rocío en las hojas blanquecinas,

de las vidas que escriben melodías,

con la fuerza vital de sus quejidos,

existen corazones que respiran,

haberlos, puede haberlos que susurran,

palabras que confortan las heridas,

sonidos con latidos como trinos.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

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