Hay sombras en la luz,
y luces en las sombras,
secretos en las voces,
y amor en las trincheras,
hay odio en el amor,
verdad en el desprecio,
y hay luz en el rincón,
donde lo oscuro es dueño.
Hay penas verdaderas,
y de placer hay lágrimas,
y sollozos de rabia,
tan solo son rabietas.
En el valor hay miedo,
y verdad en los sueños,
y en el beso, si hay,
amor y juramento.
Así, siempre dos caras,
o múltiples poliedros,
hay solo una verdad,
o una, en cada hueco,
que en cada mente anida.
Cara y cruz en la vida,
y en el canto el misterio,
con faces infinitas.
Hay matiz en el gesto,
y en la clara mirada,
un grisáceo destello,
hay pasión en los labios,
y furia en el silencio.
Hay temor en las manos,
y amores en los dedos,
hay verdad en lo negro.
No hay poder más intenso,
que el núcleo de lo auténtico,
ni hay palabras vacías,
en el amor que es íntegro.
No hay cobarde más grande,
que quien al débil pisa,
ni valor más profundo,
que quien mira la vida,
en el fondo, sin prisa.
Hay muertos honorables,
y muertos que se hacinan,
hay verdades tan sólidas,
que aplastan y edifican,
y otras, se desmenuzan,
cual voluta en la brisa.
Hay amores que agrandan,
otros, son como briznas.
Así, la vida cambia,
variopinta y magnífica,
veraz y extraordinaria,
diversa, sin rendijas,
audaz y cristalina,
en su esencia distinta,
en su pureza única,
si se mira sin prisas.
Hay belleza en lo feo,
si el interior brilla,
y en la belleza miedo,
si el rostro se maquilla,
y hay amores tan grandes,
que ahítos de pasión,
con su poder levitan,
y con su fuerza alcanzan,
el cenit de la dicha.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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