La luna le tiene celos
a la luz de las estrellas
y se encoge cuando ellas
acaparan todo el cielo.
Está la luna celosa
por no reinar en la noche
y aparenta ser Quijote
en su viaje hasta la aurora.
La luna llora de pena
brillando sin lucimiento,
la luna mengua en su aliento
por ser la luz de tinieblas.
La luna está penitente
en su odisea marchita
y llora cuando la miran
con lágrimas de relente.
¡No llores blanco lucero!
Que no te pueda la envidia
de aquellos que por codicia
sólo son meros destellos.
La noche espera a tu imagen,
blasónate con halagos,
y es que te envidian los astros,
y es que te adoran los mares.
Tu lumbre no entrega sombras,
te las guardas y proteges
y tu cara transparente
de una flor es su corola.
Eres maga de la mente,
tu cuerpo acuna el silencio,
tienes brillo de requiebro
y siempre en cuarto creciente.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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