Se quedan en el camino,
como volutas flotando,
ignotos sueños sin nombre,
que sin pensar florecieron,
y en un suspiro flotando,
viajan los viejos recuerdos,
como titilantes llamas,
en el espacio infinito.
Rumores entre los gritos,
de desesperadas voces,
que despliegan sus sonidos,
solicitando favores.
En un rincón se quedaron,
las ideas trasnochadas,
desamores y desánimos,
de ignotas y frías fragancias.
Versos entre la inmundicia,
en la espesura sonetos,
asonantes rimas viejas,
guardadas como reliquias,
en los ancestrales sueños,
y grabadas en el tiempo,
canciones que nunca mueren,
sus notas son de oro viejo.
Se quedan en el camino,
amores que tal vez fueron,
retorcidas pesadillas,
en laberintos eternos,
y deseos verdaderos,
caminando de puntillas,
entre entretejidos sueños,
una amalgama de enredos.
Volver flotando en el tiempo,
como una ligera brisa,
desprendida de los vientos.
Volver pensando en amarla,
como a lo que nace se ama,
y viviendo desearla,
como se desea un anhelo,
volver siguiendo su risa.
Amores en un rincón,
donde se abrazan los sueños,
de donde emerge la vida,
sumida en un largo viaje,
que, a veces, parece un sueño,
en su devenir constante.
Y en los albores perdidas,
quedan viejas las pasiones.
Las viejas cuitas se duermen,
en el sueño de los siglos,
con las verdades vencidas,
entre dobleces del tiempo,
pero renacen altivas,
desafiando las mentiras,
que crecen como señuelos,
que como virus se extienden.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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