Retazos de la existencia,
que como esquirlas perdidas,
en el desván de los sueños,
van los vacíos llenando,
de viejas y nuevas almas.
Posos de antiguos relatos,
y de intensas nuevas vidas,
de experiencias que se acaban.
Viajeros que van llenando,
con sus pasos la andadura,
y en la senda de la vida,
jalonan nuevos caminos,
penitentes peregrinos,
que en su oscilante cordura,
siembran brotes de locura,
en busca de sus destinos.
Flor que al borde del camino,
despliega sus alas blancas,
enamorando al espíritu,
de quien se atreve a mirarla.
Sol que dora a quienes pasan,
tornasolando sus caras,
acariciando sus pasos,
dando calor a sus almas.
En el río de los años,
sus riveras son barreras,
que encauzan su acuoso paso,
fuente que del sueño emana,
saliendo de las trincheras,
donde la vida se engasta.
Manantiales que encaminan,
su andar entre las ideas.
Sembrados quedan los campos,
de recuerdos que se añoran,
de pesadillas que otrora,
florecen como semillas,
entre las luces y sombras,
de las caudalosas vidas.
Soñando la vida aspira,
a continuar sembrando,
en la tierra que la habita.
Amor rojo de amapola,
que en el borde del sendero,
al caminante ilumina,
que en la brisa se deshoja,
y en bella alfombra transforma,
los caminos de la vida,
dando a los grises color,
y luz a las negras sombras.
Pedazos de corazón,
que en otros cuerpos palpitan,
y en cada latido imitan,
al corazón que partió,
suave canto del amor,
que el corazón nunca olvida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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