Es ese silencio que me envuelve en su mundo,
que me aísla de todo,
que tortura mi alma y me hace llorar.
Es ese silencio maldito,
que escudriña mi ser,
que agota mis fuerzas y no me deja crecer.
Es ese silencio que se torna grisáceo,
y que condena mi alma a sentirse infeliz.
Es ese silencio que oprime mi pecho,
que absorbe mi aliento,
que ciega mis ojos,
que destruye las ansias de querer vivir.
En el silencio inmenso de mi soledad,
en el silencio inmenso de mis días sin nombre,
de mis días lluviosos,
de mis días sin paz,
no estás tú,
la única que conmueve mi alma,
que llena el vacío,
que levanta mi espíritu,
que me susurra al oído,
que calma mis nervios,
que enciende la llama,
que entiende mis penas
y me llena de paz.
Eres la única capaz de atraparme,
de llevarme a sus redes,
de enamorar mis sentidos,
de amarme con saña,
de besarme con esa ternura
que hace que olvide ese silencio angustioso,
ese silencio que no volverá.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario