No esperaba el regreso.
El pasado en suspenso.
En la frágil memoria,
Donde vive el recuerdo.
Disfrazada de gala,
y vestida de noche.
Sobrevive escondida,
en un viejo zaguán.
Sus ajados ropajes,
qué negruzcos la envuelven.
Soportando el olvido,
con estoico ademán.
Se ha quedado vacía,
la razón al saberlo.
Con su apoyo de nuevo,
la mentira se crece.
Y a medida que el tiempo,
sobrepasa ese instante.
La verdad se diluye,
como el humo en el aire.
Se ha quedado dormida.
Por la vida abrumada.
Sostenida en el aire,
sin poder alcanzarla.
Carceleros celosos,
en sus muros la guardan.
En celdas de castigo,
a su albur relegado.
Las cabezas pensantes.
Que en el púlpito hablan.
En las mentes inyectan,
pretendidas ventajas.
Y el mortal distraído,
con juegos de hojalata.
Inconscientes se pliegan,
a la idea inoculada.
No soporta el mancebo.
La presión que le oprime.
Replegado en sí mismo.
En su cuerpo se afana.
Olvidando la parte,
de su ser que le salva.
La mentira engolada.
De lisonjas, vestida.
Repetida en el tiempo,
en verdad se proclama.
Y aturdido el que oye,
ante tanta falacia.
Su magín no distingue,
la verdad que se tapa.
Sin cesar las proclamas.
De promesas bañadas.
Cantos son de sirenas,
en orejas cerradas…
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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