Con mirada escrutadora, tierna y suave,
entre ramas de un arbusto que se asoma,
silenciosa y pensativa, veo la tarde.
No ha querido descontar las santas horas,
transitando bajo lluvia, que fiel cae,
desnudando el sentimiento que se aflora.
Se ha quedado desolada mi ventana,
conectada en un recuerdo primoroso,
que carcome lentamente con el agua.
Y en murmullo tremulante y venturoso
con su otoño venidero que presagia
coquetea por mi cuerpo tembloroso.
Me arrulla la nostalgia sosegada,
que se cuela con olor a largos años,
destilada con la brisa que se afana.
Y al reflejo de ese tiempo que hace daño,
me incentiva a construir otro mañana,
despertándole las ansias a mis manos.
Comparsando melodías de una nota
entró el viento su silbido entre ranuras,
despidiéndose la tarde que me invoca.
Y entre versos, que describen mis locuras
en anhelos, que a escribirle me provoca,
le he dejado mi sentir sin ataduras.
Me enamora cuando llueve así, la tarde
y no puedo soportar las tentaciones...
¡Es el dulce petricor que a mí te trae!
Con su cauce, mi cauce de emociones.
Este amor tan infinito e inagotable...
¡Ella sabe de sobrada sus razones!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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