sería la amante esquiva
que se cuela entre los dedos
cuando intentas retenerla,
sería la risa furtiva
que se esconde en los pliegues
de una arruga nueva
y el susurro inquieto
de un reloj que nunca calla.
Si el tiempo fuera mujer
vestiría de abril en primavera,
de hojas secas en otoño
y de nostalgias azules
cuando el invierno la cubre
con su manto de ausencias.
Se pintaría los labios
con besos de adiós
y llevaría en la mirada
el misterio de un quizás.
Si el tiempo fuera mujer
Fuera opvio que tendría el encanto
de las flores que se marchitan,
la ternura de un suspiro
y el dolor de un olvido.
Sería la caricia que roza
pero no se queda,
el perfume que deja
su rastro en el aire
sin decir por qué se va.
Si el tiempo fuera mujer
sabría de esperas y ausencias,
de esos amores que llegan
cuando ya es demasiado tarde,
de los trenes que parten
sin esperar al viajero
que se quedó en el andén
contando las promesas
que nunca se cumplieron.
Sabría de cartas sin respuesta,
de palabras que se pierden
entre el eco de lo que fuimos
y lo que nunca seremos.
Si el tiempo fuera mujer
caminaría descalza
por los recuerdos perdidos,
dejando sus huellas
en los corazones heridos
por la nostalgia.
Sería la canción
que nadie canta
porque duele demasiado,
sería el poema
que nunca se escribe
por miedo a desvelar la verdad.
Si el tiempo fuera mujer
bailaría con la luna
al compás de las horas,
y su piel, como la arena,
guardaría las huellas
de todos los pasos dados,
de todas las risas
que en su regazo se acunaron.
Tendría el tacto suave
de una lágrima silenciosa
y la voz ronca
de los secretos que guarda
en su pecho de cristal.
Si el tiempo fuera mujer
te miraría de reojo
cuando intentaras entenderla,
te sonreiría con esa mezcla
de ternura y desdén
que solo las sabias conocen.
Te dejaría amarla un instante,
solo para después
alejarse sin prisa,
llevándose consigo
los suspiros que le diste
y los sueños que le confiabas.
Si el tiempo fuera mujer
sería la musa celosa
de poetas y soñadores,
la que deja en los labios
el sabor a memoria,
la que se lleva los años
en un bolso sin fondo
y deja solo un rastro
de suspiros y recuerdos.
Sería la compañera fiel
de las soledades largas,
la que no pregunta
y solo escucha,
la que sabe que el dolor
es también una forma de amar.
Si el tiempo fuera mujer
la amaría sin reservas,
porque sabría que en su abrazo
se encuentra la vida,
esa que huye y regresa,
esa que se esconde
en cada rincón del alma
donde el amor se queda,
aunque el tiempo se marche.
La amaría aun sabiendo
que su beso es efímero,
que su amor es un préstamo
que siempre se devuelve,
pero la amaría,
porque en su fugaz abrazo
se encuentra la eternidad.
Si el tiempo fuera mujer
sería la paradoja viva
de lo eterno y lo finito,
sería el misterio sin resolver,
el enigma que nos consume.
Nos enseñaría que la vida
no es más que un juego
donde se gana perdiendo
y se pierde ganando,
donde la risa y el llanto
son solo dos caras
de una misma moneda.
Si el tiempo fuera mujer
me perdería en sus ojos,
en sus manos invisibles
que acarician y se van,
en su risa que duele
y su llanto que calma.
Y aunque al final me dejara
con el corazón en ruinas,
le daría las gracias
por cada
Segundo vivido,
por cada instante robado
y por enseñarme que el amor,
como el tiempo,
es la única respuesta
que vale la pena buscar.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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