martes, 27 de agosto de 2024

SI EL TIEMPO FUERA MUJER.

Si el tiempo fuera mujer  
sería la amante esquiva  
que se cuela entre los dedos  
cuando intentas retenerla,  
sería la risa furtiva  
que se esconde en los pliegues  
de una arruga nueva  
y el susurro inquieto 
de un reloj que nunca calla.

Si el tiempo fuera mujer  
vestiría de abril en primavera,  
de hojas secas en otoño  
y de nostalgias azules  
cuando el invierno la cubre  
con su manto de ausencias.  
Se pintaría los labios  
con besos de adiós  
y llevaría en la mirada  
el misterio de un quizás.

Si el tiempo fuera mujer  
Fuera opvio que tendría el encanto  
de las flores que se marchitan,  
la ternura de un suspiro  
y el dolor de un olvido.  
Sería la caricia que roza  
pero no se queda,  
el perfume que deja  
su rastro en el aire  
sin decir por qué se va.

Si el tiempo fuera mujer  
sabría de esperas y ausencias,  
de esos amores que llegan  
cuando ya es demasiado tarde,  
de los trenes que parten  
sin esperar al viajero  
que se quedó en el andén  
contando las promesas  
que nunca se cumplieron.  
Sabría de cartas sin respuesta,  
de palabras que se pierden  
entre el eco de lo que fuimos  
y lo que nunca seremos.

Si el tiempo fuera mujer  
caminaría descalza  
por los recuerdos perdidos,  
dejando sus huellas  
en los corazones heridos  
por la nostalgia.  
Sería la canción  
que nadie canta  
porque duele demasiado,  
sería el poema  
que nunca se escribe  
por miedo a desvelar la verdad.

Si el tiempo fuera mujer  
bailaría con la luna  
al compás de las horas,  
y su piel, como la arena,  
guardaría las huellas  
de todos los pasos dados,  
de todas las risas  
que en su regazo se acunaron.  
Tendría el tacto suave  
de una lágrima silenciosa  
y la voz ronca  
de los secretos que guarda  
en su pecho de cristal.

Si el tiempo fuera mujer  
te miraría de reojo  
cuando intentaras entenderla,  
te sonreiría con esa mezcla  
de ternura y desdén  
que solo las sabias conocen.  
Te dejaría amarla un instante,  
solo para después  
alejarse sin prisa,  
llevándose consigo  
los suspiros que le diste  
y los sueños que le confiabas.

Si el tiempo fuera mujer  
sería la musa celosa  
de poetas y soñadores,  
la que deja en los labios  
el sabor a memoria,  
la que se lleva los años  
en un bolso sin fondo  
y deja solo un rastro  
de suspiros y recuerdos.  
Sería la compañera fiel  
de las soledades largas,  
la que no pregunta  
y solo escucha,  
la que sabe que el dolor  
es también una forma de amar.

Si el tiempo fuera mujer  
la amaría sin reservas,  
porque sabría que en su abrazo  
se encuentra la vida,  
esa que huye y regresa,  
esa que se esconde  
en cada rincón del alma  
donde el amor se queda,  
aunque el tiempo se marche.  
La amaría aun sabiendo  
que su beso es efímero,  
que su amor es un préstamo  
que siempre se devuelve,  
pero la amaría,  
porque en su fugaz abrazo  
se encuentra la eternidad.

Si el tiempo fuera mujer  
sería la paradoja viva  
de lo eterno y lo finito,  
sería el misterio sin resolver,  
el enigma que nos consume.  
Nos enseñaría que la vida  
no es más que un juego  
donde se gana perdiendo  
y se pierde ganando,  
donde la risa y el llanto  
son solo dos caras  
de una misma moneda.

Si el tiempo fuera mujer  
me perdería en sus ojos,  
en sus manos invisibles  
que acarician y se van,  
en su risa que duele  
y su llanto que calma.  
Y aunque al final me dejara  
con el corazón en ruinas,  
le daría las gracias  
por cada 
Segundo vivido,  
por cada instante robado  
y por enseñarme que el amor,  
como el tiempo,  
es la única respuesta  
que vale la pena buscar.




Autor 
Antonio Carlos Izaguerri. 

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