mis sueños cobraron vida en un susurro.
Anoche me atreví a besarte,
por fin sentí tus dulces labios junto a los míos.
Bajo el manto estrellado,
mi corazón latía,
siguiendo el ritmo de nuestras almas danzantes.
En ese instante, el tiempo se detuvo,
y el mundo giró solo para nosotros.
Pero al pasar los minutos,
una realidad fría y solitaria me recibió.
Cuando abrí los ojos, estaba abrazando a mi almohada,
y tu presencia se esfumó como el viento nocturno.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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