Se rehusan a venir, dicen que la musa se ha marchado y me reclaman que he dejado que el deber me absorba como un sifón vetusto en medio de azulejos fracturados
Me reprochan que las haya abandonado en este paraje grisáceo y blanquecino.
Después, son ellas quiénes llegan a preguntarme si acaso no es suficiente saber que no hay más refugio ni consuelo.
Y me instigan a seguir, se resisten a abandonar mis silencios mientras otros hacen ruido que retumba en los ecos estridentes de este frío.
Son casi las tres, lejos del hogar y la tibieza, basta con leer a las demás para entender, que no podré dejarlas, que siempre en ellas viviré.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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