pues mi lejana dicha se ha vuelto una tortura,
la tarde se hizo oscura, la noche está enfermiza,
me espera ya una fría y horrible sepultura.
En mí murió el poeta, se fue mi inspiración,
ya todo en derredor lo miro inanimado,
añoro aquel pasado que vio la seducción
cuando emanaba amor mi verso enamorado.
Mi pluma antes espada es hoy de terciopelo,
mis versos lisonjeros son aves en bandada,
que arrastran mis palabras y va cayendo al suelo,
mi rima antes de acero, hoy lámina oxidada.
No puede ser poeta quien vive amordazado
y busca el falso aplauso queriendo complacer,
dejé de ser yo mismo y al verme fracasado,
mi tumba la he cavado con palas del ayer.
Todo esto me ha pasado, mas puede suceder,
que vuelva a mí el poeta... ¡Si miro a una mujer!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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