desde que la luz extendió su manto,
de divina ciencia su color y encanto,
es la obra de hermosura y grandeza.
El primer encuentro en este claro día,
con flores primeras recién llegadas,
tras cristales las montañas nevadas,
y el jardín entero se pinta de alegria.
Emociona este superior sentir del alma,
cuando entiendo de las aves sus trinos,
en tempranos cantos melodiosos, finos,
agradecen al creador provisión y calma.
No labran la tierra con arado y herramienta,
no ponen cercos, no dividen la pradera,
no hay pobres ni ricos ni tiempo de espera,
así lo dispuso la mano que las alimenta.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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