El color de tus ojos, es el color de mi poema, el mismo que alumbra mis sueños y, al despertar, se convierte en mi luz de amanecer, buscando la rima en tu cuerpo, se hace miles de versos y cada uno, amor, un apasionado beso.
Aquella tarde de otoño
mientras cantaba el jilguero
me topé con la mirada
del hombre más noble y bueno;
era linda y especial,
¡tanto, como ver el cielo!
a través de sus faroles
de aceitunas y de almendros;
¡seguro, Dios los creó!
por ser tan lindos y tiernos,
pues no creo que alguien más
pudiera hacerlos tan bellos.
¡Son del color del poema
qué ahora estoy escribiendo!
Desde ese bendito día
son la luz de mis sonetos;
mis romances y rondeles
tienen sus lindos reflejos,
intentando retratar
con mis más sentidos versos,
¡los ojos más deslumbrantes!
por quién elevo mis rezos;
les dedico mis poemas
con melodiosos arpegios,
a los bellísimos faros
que me roban el aliento.
¡Si voy buscando la gloria,
en su mirada la encuentro!
Es que miran tan bonito
que en ellos yo me adormezco;
viendo esos ojos preciosos
que son mi salmo y mi credo;
acarician sin tocar
y se han clavado en mi pecho;
sin hablar lo dicen todo...
¡tienen mis sentidos presos!
y siendo yo su cautiva
por amarlos y quererlos,
los guardaré para siempre
en el altar de mis sueños.
Son del color del amor...
por quién conjugo
mis verbos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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