no busques mis dulces palabras.
que las olas te susurren nuestra historia como una maldición.
Déjame en el muelle, y no regreses jamás.
Marinero traidor, clavaste un arpón
donde sabías que me dolía,
Me diste tu mano, y mientras acariciabas mi rostro,
se ocultaba tu intención.
Puede ver tus ojos negros vacíos como esa
sombra que oscurece la luz de la luna.
Marinero con corazón de hiel,
navega y vete lejos en el mar embravecido.
Que las tormentas te envuelvan en su furia,
y en los golpes del agua llores por mi ausencia,
que tus gritos se pierdan en la profundidad.
Recuerda, traidor, que la sirena que amaste
no es solo un canto, sino un lamento.
El dolor de mi canto se ahoga entre las olas,
y tú, con tu corazón de hielo,
navegarás solo, cargando la culpa.
Déjame en el muelle,
donde el sol se pone en este crudo amanecer y el mar se despide,
porque en el silencio que dejas,
en la brisa que sopla,
mi espíritu se libera,
y en mi ausencia,
te perderás en la eternidad.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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