con su corteza de arrugas profundas,
guardando secretos de días pasados,
bajo sus ramas, de sombras se inunda.
En primavera, sus brotes despiertan
y con el viento, sus ramas conversan,
son manos que con el cielo se insertan,
buscando el sol, el dios al que rezan.
Las raíces, expandidas una legua,
cavan largos recuerdos dormidos,
con sus ramas que se alzan sin tregua,
trazando rutas de cielos perdidos.
Árbol que guardas mi dulce infancia,
que en tu corteza mi vida respira.
Sigues en pie, sin perder la elegancia,
quieto vigía de un tiempo que expira.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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