sábado, 19 de octubre de 2024

LA DESALMADA.

Márchate -me susurró-
vete ya y huye de mí
porque soy mujer de muchos,
pecadora inconfesable
y solo ofrezco placer y desamor.

Sálvate -me sugirió-
vete aprisa, escapa ya
porque puede hacerte daño
la desnudez de mi cuerpo.
No es de sabios confundir pasión y amor.

Vete, escupe el veneno letal
que en tu boca mi lengua dejó.
Anda y lava tu piel inocente,
no lleves contigo mi impúdico olor.
Vete, olvida mi nombre fatal,
ni un reproche me deje tu adiós.
Mi lujuria es la de hembra insaciable,
mi vientre es hoguera, soy fuego y fulgor.

Cuídate -me suplicó-
vive y no mires atrás
que no vuelve a ser follaje
la hojarasca que ha caído
y que el viento arremolina en derredor.

Sé feliz -me aconsejó-
queda tiempo para ti.
Disculpa, para mí es tarde
pues en mi pecho de abismos
yerto está un corazón muerto y sin valor.

Y si acaso no puedes borrar
de tu mente, mi aliento y mi voz,
no te enfades si no supe amarte;
tu amante sin alma te evita un dolor.
Y si un día me ves al pasar
solo evoca esta noche de dos
y a esta loca, andariega y distante,
desde tus recuerdos, no guardes rencor. 




Autor 
Antonio Carlos Izaguerri 

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