Hace mucho que no escribía, hace mucho que no llegaba
a afectarse mi corazón. Pues este lustro sin razón
ha dejado de limpiar las fachadas de aquel amor.
Agarrándome a un auto en movimiento, a lugares, personas y recuerdos,
lastimando las huellas del futuro por un pasado y presente ausentes.
Efímero mi bienestar y día a día, te pienso para no recordar,
y cuando lo hago, suelto a llorar; grito desconsolado en mi epitafio mental.
Deseando volver a empezar. Ojalá en otro brote de abedul
encuentres el pilar para una buena sombra que te cobije,
y que tengas el firmamento para ti sola, así como lo deseabas.
Ojalá me pienses cuando esté todo mal y recuerdes este,
tu hogar. Deseo que te vaya bien con aquel, el que cumplirá
mis sueños y tus caprichos, y que cuando lo mires a los ojos
pienses en mí, y en todas las promesas al aire que algún día cumplirás con él.
Quisiera decir que te odio, pero te quiero; quisiera decir
que te quiero, pero te amo. Quisiera que tú me quieras,
pero te extraño. Quisiera que tú me extrañases, pero soy un extraño.
Te quiero como en esas noches de insomnio y llanto,
como el olor a lluvia después de un aguacero. Quisiera
poder sacarte, pero aprendo a vivir con tu ausencia,
aunque en las noches resuene más la falta de tu presencia.
Cada día es un día menos para mí y un día más para ti.
Nos perdemos en caminos diferentes tratando de huir,
y es que me pierdo sin mi camino aquí en la oscuridad
con la falta de luz de aquellos ojos, mientras tú te ocupas
de que alguien más no se pierda. Te perdí, y hace mucho,
me jacté. Prepararé mis maletas y me iré, me pierdo,
te perdí, estoy mal, y tú feliz, ya sin mí...
Y aún así, siempre estaré aquí.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario