sábado, 28 de noviembre de 2015

ESCULTOR.

Te fui forjando como la mejor obra de escultura,
Definiendo con gran delicadeza cada rasgo,
Cada detalle por más mínimo e insignificante.

Con mis manos trémulas y delicadas,
Te fui transformando
De ése barro tan sencillo en un altar de arte.

Con gran maestría forjé la delicadeza de las nubes,
La esencia del perfume de las flores
Inyectando la majestuosidad de las montañas
Y el ímpetu de los volcanes
En grandes fumarolas de ébano
Que se fundió en una hectárea.

Con pinceladas de oro y matizado con la ternura
De las lágrimas amorosas de los ojos enamorados.
Con la suavidad de la tensura de la seda,
Entrelazándose entre marañas tejidas
Por la gran maestría de las arañas.

Así se fue transformando cada célula plasmada
En esa escultura,
Que entre el paraíso inverosímil
De mis años fue resurgiendo
A través de mis sueños,
A veces ingenuos, otros perversos.

¡Ah! Qué majestuosidad contemplan mis ojos,
Azorados ante hermoso arte plasmado
Con el suspiro del viento
Y la fiereza de la jungla colorida
Invadida con tallos majestuosos
De la naturaleza misma,
Única y brillante se impone,
Sonrojando y palidecido el astro sol
Ante el resplandor de la escultura.

¡Nada escapó! ¡Se plasmó con gran osadía! ¡Se dio vida! 




Autor 
Antonio Carlos Izaguerri. 


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