Me despedí de ti dulcemente
Con un beso cibernético muy suave 
En el sitio de tu anatomía que más te gustase. 
Me fui como las estrellas errantes 
A buscar nuevos paisajes resplandecientes 
En ese lugar mágico con doce amaneceres, irisados de
colore. 
Alcancé la íntima morada del refugio de mi alma 
Y mi espíritu se sintió en medio de tanta savia nueva. 
Así reiné en los árboles del “bosque de los sueños”, 
Pero me notaba sólo en medio del olvido, 
Hasta que un ave me trinó noticias de tu estrella 
Y su aliento me trajo suspiros de tus besos. 
Entonces, este corazón que guarda tantas soledades, 
Tus ojos verdes recordó al recordarte. 
Tus labios los sintió como caricias ardientes 
Que luego fueron labios abiertos en los misterios de mis
doce noches, 
Y entre crepúsculos sensuales que alivian mi cansancio, 
Voladoras fantasías me llamaban de dichas infinitas. 
Te soñaba de muchos modos y maneras, 
Sentía que tú eras montaña y yo llanura, 
Que tú eras el camino y yo tu huella, 
Tú la mañana, yo la noche, 
Tú en mis brazos, yo en los tuyos 
Hasta que llegáramos al beso más profundo. 
Los dos distintos pero juntos, 
Sin final ni principio, 
Más allá del tiempo, 
Tú mi vida y yo tu destino, 
Dos corazones latiendo al unísono. 
Un todo invisible. 
El sueño del séptimo cielo. 
Autor 
Antonio Carlos Izaguerri 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario