Siluetas indefinidas bailotean en el limbo,
Una acaricia la mano de la otra,
Dibuja en el aire, en la inmensidad del viento.
La pasión se despertaba en sus almas batidas.
El sol acaricia con sus brazos aquellas almas dormidas
Sumidas en un sueño eterno, aletargado, en el olvido.
¡El amor y la distancia nunca pueden ser amigos!
Pues el engaño y el olvido tienen sus motivos.
Aquel día en que las siluetas así pensaron
La distancia sintió el hastío.
Se alejó eternamente del mundo,
De los amantes, del ruido,
Y jamás nadie pudo encontrarse,
Porque la distancia se había perdido.
Pero el amor se aburrió de promesas rotas,
De amores de verano, de amantes desvanecidos
Y buscaba a la distancia, su eterna amiga de domingo.
Primero buscó aquí cerca,
En los montes, en los lirios,
Pero no encontraba respuesta, pues vacío estaba el nido.
Decidió buscar más lejos, donde el sol se había dormido,
Y encontró rastros calientes, de su amiga tan querida.
La encontró donde no esperaba, donde los colores brillan
Tomando café caliente, con bizcochos de achiras.
La distancia miró al amor, los recuerdos la envolvían,
Recordó el desprecio, el vacío, la burla de aquellos días.
El amor con sus suaves manos, la tomó de las mejillas
La distancia comprendió que de verdad era vida.
Aquel día del mes de junio, alma y vida se unieron
En promesas de amor eterno, en deseos de amores vivos.
La distancia le dijo al amor, yo me quedo aquí, en Huila
Debes volver a tu sitio, a tu tierra, a tu vida
Yo te estaré esperando, yo aquí, tú en la pampa dormida
Que, si es amor verdadero, durarás toda la vida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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