En el laberinto inescrutable de mi alma,
donde guardo mis anhelos
y toda mi esperanza,
mi amor más limpio,
desplegó sus alas blancas,
para que vuele hasta donde el sol es un crisol
y las estrellas de la noche
fulgentes candelarias…
¡Oh, como siento en mi interior
la voz de tu llamada…!
¡Como late mi viejo corazón
y hierve el flujo de mi sangre…!
La luz de tu mirada,
que esperaba su momento,
iluminó las flores de mis arrayanes,
y se enredó como la hiedra verde,
en el fuste preterido de mi vida,
llenando de caricias el cáliz de mi pecho
y el ara de mi alma.
Ahora, todo me parece más limpio
y puro: ahora diviso el horizonte
y percibo la claridad del alba…
Las lías que me ataban se rompieron:
mi fe y el amor que estoy sintiendo,
me llevan a la paz más absoluta.
En mi frágil corazón,
se hacinan los proyectos más hermosos,
como en la playa la arena blonda
y en la parva las espigas.
La ubicuidad no es propiedad de Dios.
Mi alma es un halcón que vuela por todos los confines.
Mi amor se desparrama
como el agua de la lluvia sobre el campo.
El arcoíris de tus ojos,
se entrelaza con el mío.
¡Oh, como siento tu aliento
dentro de mis venas
y noto las caricias de tus manos
sobre mi piel marchita!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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